Síndrome del impostor y otros dramas y comedias
¿Quién soy yo para estar escribiendo cada semana sobre diseño? Hay mucha gente que sabe más que yo.
¿Quién soy yo para considerarme diseñador/a? Todos los que conozco son mejores que yo.
¿Quién soy yo para llevar un equipo? Hay gente más valiosa y con más tablas que yo, y yo no debería estar haciendo esto.
¿Te suenan estas preguntas?
Pues este es mi día a día.
Y estas son mis soluciones. O parches. Pero sea lo que sea, funciona.
El síndrome del impostor en diseño
Wikipedia define el síndrome del impostor así:
Un fenómeno psicológico en el que la gente es incapaz de internalizar sus logros y sufre un miedo persistente de ser descubierto como un fraude. A pesar de las pruebas externas de su competencia, aquellos con el síndrome permanecen convencidos de que son un fraude y no merecen el éxito que han conseguido.
Las pruebas de éxito son rechazadas como pura suerte, coincidencia o como el resultado de hacer pensar a otros que son más inteligentes y competentes de lo que ellos creen ser.
Está presente en muchas profesiones, pero creo sinceramente que en diseño es brutal: cada dos por tres hay nuevas herramientas, nuevas metodologías, asumimos más competencias dentro de los equipos y de las empresas, las tendencias cambian muy rápido… así que dudar de nosotr@s mism@s se ha vuelto una constante.
Tipos de síndrome del impostor en diseño
Me he pasado muchos años batallando contra este síndrome. A pesar de tener experiencia de más de 15 años y haber batallado en guerras tan distintas como agencias de publicidad, estudios de diseño, empresas de producto, y siendo freelance… sigo dudando constantemente de mí misma.
Y lo he sufrido también de mil maneras:
- El “yo lo sé hacer todo”, que se traduce en el miedo a preguntar las dudas. Implica asumir que no sabes algo y tener miedo a hacerlo público y visible para que todo el mundo lo vea. Es tener pánico a que te ayuden y que la otra persona “demuestre saber más que tú” o tú quedar como quien no tiene ni idea de nada.
- El “perfeccionismo asesino”. Este caso es más complejo, porque no es que no pidiera ayuda, es que simplemente no cabía en mi cabeza que podía delegar tareas y todo tenía que hacerlo yo. Porque claro, si no llego a todo y lo hago perfecto, no valgo para el puesto (¿?).
- “Formación por un tubo, porque no sé nada”. Es una variante de los dos anteriores: asumí que el resto saben más que yo en todo, porque mencionan a diseñadores clásicos, movimientos artísticos e incluso hablan de front-end, algo que suena a Klingon. En este caso, sucede que crece la necesidad de hacer mil cursos, talleres, leer muchos libros, ir a exposiciones, ir a… en realidad a cualquier lado. Pero el problema es que nunca te pones “a la altura del resto”, porque no hay un baremo que indique que «has llegado»…
- “¿Qué derecho tengo yo a hacer/pedir esto?”. Esta variante me parece la bomba. Directamente asumía que yo no tenía derecho a nada, porque total, solo hago cosas que todo el mundo puede hacer y… ¿quién soy yo para hacer un blog, un newsletter o un Buy Me a Coffee para que puedas apoyar este proyecto, si quieres? ¡Y ojo! ¿Quién soy yo para dar clase o hablar sobre diseño?
Cómo aprovechar el síndrome del impostor a tu favor
Aquí no te voy a dar el truco mágico que hará que dejes de tener este síndrome, porque creo que no existe.
Es cierto que evoluciona a medida que te haces mayor y vas ganando más experiencia (y muchas cosas empiezan a darte igual), pero es algo que es probable que en mayor o menos medida se sienta a cualquier edad.
Lo que sí te voy a contar es cómo me peleo yo con el síndrome del impostor, porque creo que algo podrás aprovechar 🙂
Estoy escribiendo este artículo y mientras escribo estas palabras, estoy preguntándome si debería borrarlo entero. Porque no creo que aporte nada y porque sigo pensando que yo no tengo nada que aportar.
Pero es mentira, y este artículo será publicado. ¿Por qué?
Sencillamente, porque es mi historia. Mi experiencia. Mis sensaciones. Este artículo es yo.
Y nadie puede ser “yo”. Nadie puede haber tenido mis exactas experiencias, conocimientos, miedos, creencias y dudas.
Durante mi vida laboral he estado en trabajos en los que he hecho más horas que un reloj para probar que sé lo que hago. No he levantado la voz en reuniones por miedo a decir alguna “tontería”. Me he enfadado mucho conmigo misma por no saber resolver algo. Me he sentido amenazada con perder mi puesto de trabajo. Cada día. Cada puñetero día así.
En realidad he pasado por todas las fases que te he contado antes, pero siempre he seguido adelante, porque ha habido momentos en los que no me he escuchado.
Tal cual. Ha habido momentos en los que he seguido a ciegas mi instinto y he decidido no escuchar a mi cabeza y sus dudas.
Como cuando me ofrecieron dar clase. Jamás lo había hecho, tenía pánico hablar en público (los momentos anteriores, cuando lo hago me encanta) y no estaba segura de qué podía explicarle a alguien que hace poco que se ha iniciado en el sector.
¿Pero sabes qué? Lo hice. Y de allí han salido más oportunidades. Y pasó lo mismo con uiFromMars: me tiré a la piscina y mira… ni tan mal 🙂
En resumen, estas son las claves que me sirven para pasar por encima del síndrome del impostor:
- No pasa nada si no sabes algo. De verdad. Nadie lo sabe todo, aunque puedas creer que sí (y suele pasar más con la gente que admiras, que parecen dioses sin fallos).
- No estás sol@. Todas las personas que te rodean en la oficina sienten lo mismo que tú. Tod@s estamos actuando y viendo qué pasa, y sobretodo aprendiendo por el camino.
- Confía en ti. Es quizás lo más difícil, pero es que no vas a confiar más en tu vecino que en ti mism@, ¿no? Confía en tu instinto: si te dice que “debes” hacer algo, hazlo. No escuches al resto, no te cuestiones nada. Hazlo.
- Celebra los logros. Sé consciente de todo lo que has conseguido, ya sea llegar al sitio en el que estás ahora, escribir un artículo, dar tu opinión en un comentario de LinkedIn o Twitter o lo que sea.
Así que desde aquí te reto a que hagas aquello que lleva dándote vueltas por la cabeza hace semanas. Ya sea escribir en un blog, enviar un correo a X o Y profesional para preguntarle algo, participar más activamente en las redes sociales…
¿Me cuentas qué harás? 🙂