Guía rápida de autocuidado emocional para diseñadores
El artículo que leerás hoy lo escribí en un momento complicad1o, y lo releo cuando me siento agobiada o inquieta.
Hoy voy a escribir sobre las emociones. Las mías, pero también aquellas que toda persona que diseñe siente varias veces en algún momento de su carrera.
Escribiré sobre las mías porque durante años he sido muy mala regulándolas y permitía, sin darme cuenta y sin quererlo, que afectaran a mi entorno personal y profesional.
Y después te contaré algunas estrategias que puedes aplicar, porque si bien es cierto que lo que hacen “los demás” nos afecta, está en nuestra mano ofrecer una u otra reacción.
Una montaña rusa de emociones
Mi día a día en el trabajo
Cada día empiezo a trabajar sobre las 9 de la mañana, momento que aprovecho para ponerme al día de lo que ha sucedido mientras yo dormía (es lo que tienen las empresas distribuidas). Hacia las 10 de la mañana el bot que tenemos en el canal de Slack del equipo de diseño de Jetpack nos pregunta:
- Cómo nos sentimos. Podemos contestar con cinco emojis: 🟢, 🟡, 🔴, 🥔 y 🦅.
- Qué hicimos ayer
- En qué nos enfocaremos hoy
- Qué nos bloquea poder progresar
Generalmente, cuando empiezo a trabajar en un proyecto o continuo avanzando en uno que ya estaba en marcha, lo primero que siento es alegría.
Pero muchas veces me ataca el síndrome del impostor, especialmente si llevo días encallada en una propuesta que no sale, o si ese proyecto en concreto está ligeramente fuera de mi área de confort.
Una vez pasada esta etapa, entro en un modo en el que siento que soy capaz de hacer lo que hace falta y empiezo a atacar la tarea. Llámalo determinación, recuperación de la confianza o cabezonería.
Y durante el desarrollo de la tarea, van apareciendo distintas emociones: alegría por desencallar algo, frustración cuando no acabo de encontrar la mejor manera de resolver un problema, incertidumbre cuando hay información que desconozco y estrés cuando se acerca la fecha en la que debería entregar algo y no hay nada que sea suficientemente bueno.
Cuando lo que he propuesto recibe buen feedback y tanto el equipo de desarrollo como yo estamos de acuerdo en que es el camino a seguir, suelo sentirme entre relajada (por haberla acabado) e inquieta, porque se acerca el momento en el que habrá que probar si esa propuesta funcionará o no. Si funciona, de nuevo alegría y confianza. Sino, enfado y frustración de nuevo.
Y no te cuento ya si me envía un mensaje privado alguien que jerárquicamente tiene una posición por encima de la mía. De repente, dudo literalmente de todo.
En estos párrafos hay más de 10 emociones distintas. Y todas ellas suceden de forma recurrente a lo largo del día o de las semanas.
Imagino que ahora, al pararte a pensarlo y verlo desde “fuera” serás más consciente de lo que vas sintiendo día a día, y te darás cuenta de que esto hay que manejarlo de algún modo.
El día a día personal
Y como es evidente, a todo lo de arriba hay que sumarle que fuera del trabajo también tengo vida personal. Y llevo unos meses (¿años?) en los que he tenido épocas muy complicadas.
He experimentado, a modo de resumen, tristeza, angustia, ansiedad y alegría.
La única manera que he encontrado de navegar entre tantas emociones —que en algunas ocasiones suceden a la vez, es aprender a escucharlas y gestionarlas. ¡Y escribir!
Te cuento como 🙂
Trabaja con (y en) tus emociones
Identifica qué sientes
Lo primero y más importante es que seas capaz de identificar cómo te sientes en cada momento.
Las emociones normalmente tienen algún reflejo en el cuerpo. En mi caso, cuando es una emoción negativa, tengo tendencia a acumular mucha tensión en la espalda, dormir mal y estar de mal humor o más sensible. Si tengo ansiedad, mi cerebro está literalmente convencido de que algo terrible pasará. Y si es alegría, siento como si no pesara nada y todo está bien.
Esto es algo que solo se aprende con el tiempo, pero a medio plazo permite empezar a ponerle nombre a la emoción y cambiar a un estado mental más lógico y menos irracional.
Y a partir de ahí, podrás empezar de forma más clara por qué te sientes así (más información sobre esto en el siguiente punto) y a ser más consciente del momento. No hacerlo es lo que hace que a veces caigamos en una rueda que no somos capaces de controlar (o bucle, como lo llamo yo), porque acabamos actuando por inercia y acumulando malas sensaciones.
Escríbelo o explícaselo a alguien
La mejor manera que he encontrado de “sacar” de mi cabeza todo lo que siento es escribiéndolo o compartiéndolo con alguien.
Sé que hay gente muy reacia a compartir “intimidades” con amigos o compañeros de trabajo, pero el ser humano es tribal y gregario por naturaleza y por mucho que no nos guste, vivimos en sociedad y dentro de grupos en los que nos podemos apoyar. Encuentra a alguien cercano a ti que pueda escucharte. Y no tengas miedo de ir a un terapeuta para que te ayude a sentirte mejor. Para eso están 🙂
Personalmente, suelo decantarme por escribir, porque es algo muy natural para mí. Me gusta porque me obliga a estructurar bien todo el mensaje, porque para poder escribir sobre ello primero tengo que ordenarlo todo, darle coherencia y escoger las palabras adecuadas.
La mayoría de veces lo que me pasa es que surgen preguntas que me llevan a cuestionar y tratar de entender qué es lo que siento y por qué.
Dar respuesta a estas preguntas suele llevar a poder sacar algunas conclusiones:
- Por qué (evento) me siento de [X] manera
- Qué lo ha desencadenado y por qué
- Por qué estoy reaccionando así
- Cómo puedo pararlo
Cuando logro reunir todos estos datos, puedo relativizar un poco lo que está pasando. Me permite alejarme de la emoción y verla con más perspectiva. Porque, queramos o no, a veces nos ahogamos en vasitos de agua porque nos enredamos en las emociones y no vemos más allá.
Ponerlas en palabras te permitirá ver el alcance que deben tener en realidad.
Vale, muy bien… ¿y?
Las emociones no son permanentes ni infinitas. Haruki Murakami escribió este párrafo en Kafka en la orilla (2006), que resume muy bien lo que quiero decirte con este artículo:
A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo.
Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo.
Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí solo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo.
Imagínate una tormenta como ésta. Y tú en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tu, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tu no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa si quedara clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.
En pocas palabras: mi enfoque, aunque no siempre es fácil, es sentir la emoción, tratar de comprenderla y escoger si me dejo arrastrar por ella dándole vueltas a “por qué ha pasado [X]” o la acepto, la entiendo y la dejo atrás, aprendiendo cómo conseguir no volver a sentirme igual en circunstancias similares.
Tan fácil y tan difícil.
Apuntes finales
Es muy positivo sentir todas estas emociones y mantener la empatía, sobretodo en trabajos creativos.
Lo que no debes hacer es hacerlas callar e ignorarlas, porque acaban creando “bucles” que son muy (muy) difíciles de gestionar.
Como te decía en párrafos anteriores, aquí lo importante es identificarlas, ponerles nombre y darles la importancia que deben tener en cada contexto.
Si sabes qué sientes y por qué, es más fácil ir a la raíz y tratar de modificar o cambiar lo que las activa. Y si no puedes hacer nada, lo más sensato es dejar de circular en bucle a su alrededor y tratar de avanzar lo más pronto posible 🙂